Clímax de un desamor, 2018 (Publicado)
R e s e ñ a : CLÍMAX DE UN DESAMOR es una novela de género actual/romántico, donde confluyen cuatro tramas de intriga que roza el suspense: Un prestigioso psiquiatra. Una magistrada. El Madrid del XXI. Veinticinco años de desamor. La última discusión. Navidades en solitario en un lujoso hotel de Mallorca. Una viuda noble. El periodista más cotilla. Aislados por la nevada. Un insólito accidente sanitario. Vuelos relámpago entre la isla y la capital. Un giro que tambalea la trama. Prejuicios de clase. Trifulca entre rivales. El horror del drama real. Chantaje, amor, suerte, dicha... Son escenarios y sucesos que arman la acción dentro de una temática muy interesante, tan oportuna y real, que convierten al lector en protagonista desde las primeras páginas. Es una novela de lectura rápida y sencilla. Pese a que la acción se tensa de forma extrema, en ningún momento pierde la verosimilitud. También es muy oportuna, al presentar un argumento real, asequible para cualquier lector adulto y de máxima actualidad: más del cincuenta por cien de los matrimonios se rompen. Cualquiera puede sufrir un divorcio, nadie está libre de padecer el más insospechado accidente y todo el mundo está de acuerdo en que la pérdida de un hijo, es la peor desgracia que puede acontecer. Tienda |
Cataclismo, 2012 (Publicado)
S i n o p s i s : El diez de mayo del año 2869 un telescopio descubre un bólido de dimensiones descomunales, que en noventa años chocará con la Tierra y provocará el fin del mundo. Filósofos y científicos instan al abandono del planeta como única vía de salvación de la humanidad. Después de veinte años de preparativos, medio millar de naves con quinientos millones de personas a bordo, dejan la Tierra a merced del magnífico CATACLISMO. El dilema: huida o lucha, los preparativos para el viaje y el relato del periplo trascendiendo la galaxia en espacio y tiempo, son el marco que utiliza el autor para presentar los movimientos socio-culturales y científicos de los siglos XXIX y XXX. En esta época, dinero y transacciones comerciales han sido invalidados por los supervivientes de ochocientos años de guerras y la humanidad vive en paz. El insólito éxodo y la trepidante búsqueda de un planeta habitable, se ven entorpecidos por una banda de mafiosos, que intentan aprovechar el caos para reimplantar los negocios en las colonias espaciales. CATACLISMO evoca la epopeya que un día puede conducir al fin del planeta Tierra y al nacimiento de un nuevo mundo donde la humanidad seguirá siendo protagonista. |
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Tráfico de almas, 2011
S i n o p s i s :
Postrado durante nueve meses a causa de un accidente, Enrique Rodrigo lucha por recuperar la movilidad y volver a su vida normal. Ha empleado ese tiempo en contarme su vida. A partir de sus notas elaboramos un diario que se ha convertido en esta novela. Lo que hace su vida distinta e interesante son los encuentros con la religión.
La religión ha sido siempre la medicina del alma, esa íntima desconocida que va por libre, que nos agrada y nos turba a su antojo, imprevisible e imposible de controlar.
En el caso de que todo ocurra para algo, es muy posible que no estemos en este mundo más que para disfrutar conscientemente y contribuir a la evolución. Pocas personas se plantean esto. Pero en los países del primer mundo, con las necesidades básicas cubiertas, la búsqueda de la felicidad nos lleva a sacar punta a la religión y cuestionar sus beneficios y deficiencias. Hay muchas religiones en el mundo. No han estado ahí desde siempre y tampoco las ha creado el colectivo humano de una zona. La historia de cualquier religión empieza cuando un hombre intenta persuadir a otro de su creencia. Aprovechando el vacío de conocimiento que crea el misterio de la existencia, personas con la mente y el cuerpo más satisfechos, exhortan a otros, convenciéndoles de lo que es el mundo, de por qué estamos aquí, de dónde venimos y a dónde vamos.
Un hombre afanoso, buscador inquieto y con las necesidades cubiertas, es el perfil que precisa la evolución para abrirse camino. Los continuos cruces con la Iglesia y otras instituciones anejas, llevaron a Enrique Rodrigo a desarrollar una “línea de investigación” en torno a la religión y las prácticas espirituales. Esta es su historia, desde que a los siete años empezara a moldearse su persona, hasta el desgraciado accidente. Estas son sus vivencias según sus escritos. En cursiva aparecen los diálogos con su niño interno, de los que ni él ni yo hemos querido prescindir. En el parloteo con la conciencia debe estar el motor de la evolución humana y la clave secreta de todo. De por qué no hay en el mundo bien ni mal, ni buenos ni malos, sino un continuo fluir de seres y cosas, que pasan y quedan.
Un mundo sin medidas, 2004
S i n o p s i s :
Narra los avatares de un grupo de amigos que, a consecuencia de un accidente, se ven colonos de un nuevo mundo. Regresados a sus ancestros, sólo disponen de la ropa puesta y algunos enseres para sobrevivir en alta mar. Entre ilusiones y desánimos, recordando los aprendizajes e imaginando muchas cosas antes inimaginables, superan el desamparo y luchan para adaptarse. Su devenir por los derroteros del Atlántico Sur, en unas ocasiones les hace crecer como individuos y como grupo y en otras les hace adaptarse a su nueva situación en unas extrañas circunstancias, en las que la levedad del sentido común compite contra la gravedad de las medidas de la mente pensante.
La primera mitad del relato pretende ser una aventura juliovernesca más, en la que los náufragos luchan con todos sus recursos para adaptarse al medio y adaptar el medio a ellos. En la segunda parte, con las necesidades cubiertas, los aventureros miran desde fuera el mundo que han perdido y lo hallan repleto de torpezas a las que achacan las miserias de su vida pasada. La visión de la selva social de lo que llaman primer mundo y la comparación con el Mundo sin Medidas que habitan a la fuerza, marca el guion de la segunda mitad de la historia. Así se dan cuenta de cómo la mente, esa herramienta prodigiosa que pilota la evolución humana, no es capaz más que de medir, de comparar todo lo que existe; esto trae los aspectos positivos del progreso: cultura, medicinas, tecnología…, pero también los negativos: mercantilismo exacerbado y deterioro de la intuición.
Una aventura en la mar es un buen pretexto para entretener sin salir de casa. Mucha gente disfruta imaginando la angustia de derivar en mitad del océano en un bote sin gobierno y sin alimento; o de vivir en un islote salvaje sin abrigo y sin forma de medir el tiempo. Hay muchas personas a quien interesa saber qué hacíamos hace doscientos mil años cuando teníamos hambre y frío y cómo hemos llegado a ser lo que somos.
Una aventura en la mar es la fascinante historia del hombre. El escenario puede ser la isla de Defoe, las batallas navales de O’Brian o el viaje del Cienfuegos de Vázquez Figueroa, cualquier marco que desnude al hombre de progreso y lo ponga en situación límite. En el mar empezó la vida cuando el mundo era sólo piedra, aire y agua y para revivirlo lo ideal es situarnos en la mar.
La primera pregunta del aventurero es la misma que se hace un animal acechado: ¿Luchar o huir? Los Neanderthal tenían que tomar esta decisión a diario. Ahora, con la corteza cerebral desarrollada, añadimos una tercera salida al dilema: ¿Luchar, huir o adaptarse? Pensamos, experimentamos y volvemos a pensar, así nos adaptamos y progresamos. Ese tumor que deformó el cerebro primitivo y conduce nuestra evolución desde entonces, cuando las circunstancias nos regresan a esa época, nos permite avanzar en pocos días lo que de forma natural nos llevó miles de años.
Pero en los albores del tercer milenio esta corteza cerebral se ha desarrollado tanto, que casi ha ocultado al cerebro primitivo. Así los humanos estamos perdiendo la más preciada herencia de los animales: la intuición. Aunque parezca mentira, en el siglo veintiuno, un hombre es capaz de circular en bicicleta al lado de vehículos de más de veinte mil kilos a toda velocidad, teniendo una vía segura a menos de diez metros. También buscamos nuevas sensaciones tirándonos desde un balcón a una piscina o por un puente con una goma atada al trasero. Estas son muestras de que los humanos estamos perdiendo el sentido común. Ningún animal sano lo hace. Cuando encontramos placer jugándonos la vida, inconscientemente hacemos competir los razonamientos con la intuición, a ver cuál puede más.
No es objeto de esta novela contar una aventura más como las de los autores citados. Se ha utilizado el relato para sacar a la luz la parte negativa del progreso y esclarecer las consecuencias del abuso del razonamiento. Si el siglo veinte ha sido estadio de la carrera por “tener”, el siglo veintiuno debería ser templo de búsqueda del “ser”. Es muy posible que esto, al principio, frenara la economía y el desarrollo tecnológico, pero la evolución natural de la conciencia nos debería llevar a los humanos por ese derrotero si no queremos extinguirnos antes de tiempo.
Narra los avatares de un grupo de amigos que, a consecuencia de un accidente, se ven colonos de un nuevo mundo. Regresados a sus ancestros, sólo disponen de la ropa puesta y algunos enseres para sobrevivir en alta mar. Entre ilusiones y desánimos, recordando los aprendizajes e imaginando muchas cosas antes inimaginables, superan el desamparo y luchan para adaptarse. Su devenir por los derroteros del Atlántico Sur, en unas ocasiones les hace crecer como individuos y como grupo y en otras les hace adaptarse a su nueva situación en unas extrañas circunstancias, en las que la levedad del sentido común compite contra la gravedad de las medidas de la mente pensante.
La primera mitad del relato pretende ser una aventura juliovernesca más, en la que los náufragos luchan con todos sus recursos para adaptarse al medio y adaptar el medio a ellos. En la segunda parte, con las necesidades cubiertas, los aventureros miran desde fuera el mundo que han perdido y lo hallan repleto de torpezas a las que achacan las miserias de su vida pasada. La visión de la selva social de lo que llaman primer mundo y la comparación con el Mundo sin Medidas que habitan a la fuerza, marca el guion de la segunda mitad de la historia. Así se dan cuenta de cómo la mente, esa herramienta prodigiosa que pilota la evolución humana, no es capaz más que de medir, de comparar todo lo que existe; esto trae los aspectos positivos del progreso: cultura, medicinas, tecnología…, pero también los negativos: mercantilismo exacerbado y deterioro de la intuición.
Una aventura en la mar es un buen pretexto para entretener sin salir de casa. Mucha gente disfruta imaginando la angustia de derivar en mitad del océano en un bote sin gobierno y sin alimento; o de vivir en un islote salvaje sin abrigo y sin forma de medir el tiempo. Hay muchas personas a quien interesa saber qué hacíamos hace doscientos mil años cuando teníamos hambre y frío y cómo hemos llegado a ser lo que somos.
Una aventura en la mar es la fascinante historia del hombre. El escenario puede ser la isla de Defoe, las batallas navales de O’Brian o el viaje del Cienfuegos de Vázquez Figueroa, cualquier marco que desnude al hombre de progreso y lo ponga en situación límite. En el mar empezó la vida cuando el mundo era sólo piedra, aire y agua y para revivirlo lo ideal es situarnos en la mar.
La primera pregunta del aventurero es la misma que se hace un animal acechado: ¿Luchar o huir? Los Neanderthal tenían que tomar esta decisión a diario. Ahora, con la corteza cerebral desarrollada, añadimos una tercera salida al dilema: ¿Luchar, huir o adaptarse? Pensamos, experimentamos y volvemos a pensar, así nos adaptamos y progresamos. Ese tumor que deformó el cerebro primitivo y conduce nuestra evolución desde entonces, cuando las circunstancias nos regresan a esa época, nos permite avanzar en pocos días lo que de forma natural nos llevó miles de años.
Pero en los albores del tercer milenio esta corteza cerebral se ha desarrollado tanto, que casi ha ocultado al cerebro primitivo. Así los humanos estamos perdiendo la más preciada herencia de los animales: la intuición. Aunque parezca mentira, en el siglo veintiuno, un hombre es capaz de circular en bicicleta al lado de vehículos de más de veinte mil kilos a toda velocidad, teniendo una vía segura a menos de diez metros. También buscamos nuevas sensaciones tirándonos desde un balcón a una piscina o por un puente con una goma atada al trasero. Estas son muestras de que los humanos estamos perdiendo el sentido común. Ningún animal sano lo hace. Cuando encontramos placer jugándonos la vida, inconscientemente hacemos competir los razonamientos con la intuición, a ver cuál puede más.
No es objeto de esta novela contar una aventura más como las de los autores citados. Se ha utilizado el relato para sacar a la luz la parte negativa del progreso y esclarecer las consecuencias del abuso del razonamiento. Si el siglo veinte ha sido estadio de la carrera por “tener”, el siglo veintiuno debería ser templo de búsqueda del “ser”. Es muy posible que esto, al principio, frenara la economía y el desarrollo tecnológico, pero la evolución natural de la conciencia nos debería llevar a los humanos por ese derrotero si no queremos extinguirnos antes de tiempo.
Diálogos con la verdad, 1999
S i n o p s i s :
Conversaciones entre un niño y su abuela, repartidas en veintiún capítulos (213 páginas). Se analizan situaciones de la vida de Luisito en el marco del día a día, saltando de la ciencia de andar por casa a la filosofía del sentido común. Se presenta como causa del mal social los excesos cometidos con los cuatro impulsores de la mente humana en los países desarrollados: Dinero, poder, fama y sabiduría, que a mi juicio son responsables de todo lo que no me gusta del mundo y quiero que cambie en las generaciones futuras.
Un día, viendo las noticias, pensé escribir un artículo para el periódico y después de hacerlo decidí no enviarlo. Otro día, oyendo hablar a un cura, se me ocurrió escribir un libro sobre creencias y religiones; al poco también me eché atrás. Muchas veces he tenido intención de escribir cartas a políticos que han dicho cosas en los medios de comunicación y tampoco lo he hecho. De todas formas, pienso que los razonamientos que han aliviado mi vida en determinados momentos también pueden aliviar la vida de otros y por ello me decidí a escribir este libro.
Junto al mundo real se presenta mi mundo ideal, una utopía. La ilusión que me empujó a describirlo indica que, si no a corto, a largo plazo puede hacerse realidad.
El libro se asienta en la valoración de la vida y las formas naturales de existencia por encima de todo. Se pone como fin la vida y la existencia natural de todo lo manifestado y como medio todo lo demás.
No me gusta la sociedad que conozco y creo que es posible cambiarla. Hay muchas cosas buenas en la sociedad actual y seguro que en los milenios de existencia de la especie humana ha habido muchas más. Probablemente la valoración de la vida por encima de todo ha estado en la cima de la escala de valores muchas veces, pero no ahora, al menos en la sociedad occidental.
La forma de transformar el mundo no es dejar que lo cambien los demás. Es aportar cada uno el pequeño cambio que queremos hacer; basta para ello con darnos cuenta de lo que no nos gusta, aceptarlo, imaginar cómo queremos que sea y actuar con lo que está en nuestras manos, por ejemplo: la educación de los hijos o la publicación de un libro.