Tras un período de aprendizaje con Guillermo Colom, científico y acuarelista reconocido, en agosto del año 1990 un almendro de El Cantón le inspiró la acuarela “Alto Vinalopó”. El relieve de la copa del árbol revelando el atardecer, le regaló la primera satisfacción como pintor. Desde entonces hasta 2010, árboles, mares, cielos, barcas y edificios llenan el centenar de láminas que, con una rápida resolución partiendo de un vago dibujo a lápiz, forman la colección de acuarelas que nunca se ha exhibido ni cambiado por dinero.
Son manchas de color aplicadas con abundante agua, que desdibujan las formas reales pasando por alto los detalles. La inspiración llega, tanto con la paz del atardecer en el campo o en el acantilado, como con las violentas formas urbanas. A veces los suaves contornos de montes y mares se convierten en masas de hormigón rectas, adornadas con más rectas, que lejos de apagar la inspiración, producen arreglos imaginativos que mejoran la realidad; por ejemplo la acuarela “Gran Sol” de agosto de 1997.
El árbol, como forma de vida emergente de la tierra, es quizá el más sugestivo elemento de inspiración en estas acuarelas. Atendiendo a la temática, se pueden clasificar en tres grupos: