Jaime Colom Valiente
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MIS ESCRITOS

Escrito de actualidad

​LA LEY “NEGOCIA” 

¿Que qué es el mercantilismo? Pues algo preocupante, más que las pandemias y las guerras. Una nodriza que crece a medida que nos amamanta, ya convertida en un monstruo que amenaza devorarnos a todos y destruir el medio. Todo está orientado al negocio porque, al parecer, genera lo que necesitamos y da empleo. Entonces ¿Por qué inquietarse?

Hasta la Revolución Industrial  los talleres, el campo y el comercio procuraban lo necesario. Pero desde entonces el mercado ha degenerado en “…ismo”, un desaforado interés por tenerlo todo, incluso lo innecesario. Cuando el mercado se convierte en doctrina, se vuelve mercantilismo y rige el comer, el vestir y un montón de actividades que sólo deberían ser pautas de vida digna. La escuela del consumo nos obliga a comprar todo y a servirnos de todo en cantidades desmesuradas y sin reparar en su necesidad. La consecuencia es que no caben los enseres en casa, enfermamos por comer doble o triple de lo necesario y los desechos ensucian el medio.  

¿Por qué compramos tantas cosas innecesarias? Muchas se van a la basura sin desenvolverlas. No es una exageración; yo me considero responsable, y en mi casa se tiran cosas sin abrirlas. La respuesta está en la codicia de las multinacionales y su único objetivo: multiplicar el dinero ¿Cómo lo hacen? A los proveedores no los pueden engañar, también son empresas. Al estado menos, porque es quien las protege para vivir de ellas. A los trabajadores, antes sí, pero ahora están blindados por unos derechos que impiden la explotación. Sólo les queda engañar al consumidor. Para ello embisten con su ariete más letal: la publicidad, apoyadas en los mejores juristas y unidos al favor político mediante el chantaje de la creación de empleo. Así las multinacionales se han convertido en las vacas sagradas ante las que los gobiernos se doblegan, haciendo la vista gorda a sus mentiras publicitarias e impactos ambientales. Mientras las pequeñas empresas son víctimas de impuestos desmedidos y todo tipo de inspecciones, las grandes no sólo disfrutan de exenciones fiscales, sino que esquivan las leyes de sostenibilidad, llegando los gobiernos a redactarlas a su conveniencia.   

¿Acaso comprar no tiene nada de bueno? Sí. La propaganda soporta la cultura en la red y nos informa de las novedades del progreso. También las multinacionales nos prolongan la vida con los medicamentos y la tecnología sanitaria. Pero a un coste tan alto, que quizás sería preferible seguir muriendo a los sesenta. La propaganda impregna cada rincón social como una conciencia permanente; un Pepito Grillo postizo — advenedizo y falso— que nos recuerda a cada instante que debemos gastar. Disfrazada de hada buena, nos incita a tirar lo que tenemos y volver a comprar para estar a la última y saber más que nadie. También nos avergüenza cuando exhibimos algo sin marca, barato o pasado de moda. La falsa conciencia consumista nos invita a gastar convencidos de que todo está ahí para cuidarnos, como en el Paraíso Terrenal de la Biblia. Sí, atribuyen a sus productos cualidades saludables para las personas y el medio, llegando a utilizar la miseria como estimulante de ventas ¿Otra exageración? No. Cuántas veces se oye algo así:
"…cada vez que pides una Quinquinay, ayudas a un niño de Somalia…" .

Gastar es el primer mandamiento de la Ley Negocia; un supuesto deber para con el bien común. Bueno ¿Y qué? Pues que haciendo falta sólo tres o cuatro, tenemos más de treinta pares de zapatos cada uno. Para el trabajo, para la fiesta, para senderismo... La tecnología hace posible toda suerte de zapatos y la cultura del capital los hace imprescindibles. Eso quita la ilusión con los zapatos, a la vez que atesta un nuevo golpe al medio, cuando muchos acaben en la basura casi sin usar. Si a principios del siglo XX había que llevar el agua a casa con un cántaro, ocho décadas después el progreso lo había resuelto haciéndola brotar en cada hogar. Pero como eso no supone negocio, van y le quitan las sales al agua corriente para luego añadirlas con conservantes y venderla estancada en plástico al precio de la gasolina, con la foto de un paisaje de los que ya no quedan. Esto es un completo disparate en el contexto del siglo XXI, donde el respeto al medio quiere ocupar la cúspide del compromiso humano. La propaganda también nos enseña que hay pastillas que controlan el colesterol sin efectos secundarios y no precisan receta. Cuando a los pocos meses la analítica revela el embuste, dejamos de tomarlas. Pero el negocio ya está hecho. Son miles, millones de personas las que pican ¿Y si funciona? El médico me ha dicho que pruebe… Como la almohada cervical y la pulserita de las bolas mágicas. El prospecto de las píldoras no dice que reducen el colesterol ¡hasta ahí podíamos llegar! Viene redactado con verdades equilibristas en el turbio filo de la legalidad, que engañan al usuario y blindan al negociante contra las denuncias.

​La Ley Negocia engrandece a las multinacionales y a los estados. Impide el ahorro de todos y colma de ansiedad a quien no puede comprar. Destruye la ilusión con las cosas y ensucia el medio ambiente. El antídoto es la cultura; comer, vestir y disfrutar con lo necesario.

Oiga, si comemos la mitad y compramos sólo lo imprescindible, los estados y sus economías no durarán dos días.

Bueno, quizá sea ese el precio de vivir en un planeta limpio y en Paz.

Jaime Colom Valiente




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